El fantasma de Canterville y otros relatos by Oscar Wilde

El fantasma de Canterville y otros relatos by Oscar Wilde

autor:Oscar Wilde [Wilde, Oscar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Terror, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1887-01-01T00:00:00+00:00


—Será con luna llena, será con luna llena.

Entonces escudriñó a su alrededor y se puso a escuchar. Un pájaro azul levantó el vuelo desde su nido y chilló mientras sobrevolaba las dunas en círculo, y tres pájaros moteados hicieron crujir la hierba seca y silbaron comunicándose entre sí. No se oía otro sonido que no fuera el de las olas que batían sobre los suaves guijarros de la playa. La bruja tendió la mano y, acercando al pescador hacia ella, puso sus secos labios cerca de su oído.

—Esta noche debes subir a la cumbre de la montaña —murmuró—. Hoy es el Sabat, y él estará allí.

El joven pescador miró sobrecogido a la bruja y le preguntó, mientras ella se reía mostrándole su blanca dentadura.

—¿Quién es ese del que me hablas?

—No importa —contestó ella—, ve esta noche y espera mi llegada bajo las ramas del carpe. Si te ataca un perro negro, golpéale con una vara de sauce y se marchará. Si te habla un búho, no le hagas caso. A la hora de luna llena yo estaré contigo, y bailaremos juntos sobre la hierba.

—Pero ¿juras que me dirás cómo deshacerme de mi alma? —preguntó el joven pescador.

La bruja se colocó bajo los rayos del sol, mientras el viento agitaba sus rojos cabellos.

—Por las pezuñas de una cabra te lo juro —contestó.

—Eres la mejor de las brujas —exclamó el joven pescador—, y te aseguro que bailaré contigo esta noche en la cima de la montaña. Hubiera deseado que me pidieras oro y plata. Pero si ése es tu precio, lo tendrás, pues no es más que una pequeñez.

Se quitó la gorra e hizo una reverencia a la bruja, y a continuación salió corriendo en dirección a la ciudad, lleno de un inmenso gozo.

La bruja le observó mientras se marchaba y cuando le perdió de vista entró en la cueva y, sacando un espejo de una caja de madera de cedro esculpida, lo colocó sobre un marco. Entonces quemó verbena en un fuego de carbón vegetal delante del espejo, mientras escudriñaba a través de las espirales de humo. Transcurrido un rato, cerró los puños furiosa y murmuró:

—Él debería haber sido mío, pues soy tan hermosa como ella.

Aquella noche, cuando la luna estaba en lo alto, el joven pescador ascendió a la cima de la montaña y esperó bajo las ramas del carpe. El mar se extendía a sus pies como un escudo de bruñido metal, mientras las sombras de los barcos de pesca se adentraban en la pequeña bahía. Un gran búho, de sulfúreos ojos amarillos, le llamó por su nombre, pero no le hizo caso. Un perro negro corrió hacia él ladrando. El joven pescador le golpeó con una vara de sauce y el perro se alejó quejumbroso.

A medianoche acudieron las brujas volando por el aire como murciélagos.

—¡Pst! —exclamaron al posarse sobre el suelo—. Aquí hay alguien a quien no conocemos.

Y se pusieron a husmear, a parlotear y a hacerse señas. La última en acudir fue la joven bruja, con la cabellera roja flotando al viento.



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